Caricatura de Forges |
Recuerdo la primera vez que me sentí profundamente
indignada. Ocurrió a principios de mayo del año 2009 en la escuela Julián
Besteiro, donde participaba en un seminario de Periodismo Solidario auspiciado
por la Oficina de Acción Solidaria y Cooperación (UAM) y Escuela de Periodismo UAM-El País.
El seminario se titulaba Palestina: identidad,
resistencia, paz y los ponentes que lo formaban eran muy diversos, cada uno
indispensable para el posterior debate. Lo mejor del seminario (y de los
que se celebran cada año en el recinto) es que brinda la oportunidad de
hablar cara a cara con los ponentes en una mesa redonda, donde cada uno
expresa su opinión.
Aún tengo muy presente esa
sensación de pequeñez que me invadía cada vez que hablaba el arabista Pedro Martínez Montávez o cuando narraban sus experiencias
Teresa Aranguren o Maruja Torres, o el escalofriante relato de Alberto Arce
recién llegado de Gaza, que nos dejaba sin aliento con su to shoot an elephant. Nadie quedó indiferente ante las palabras de Raji
Soruani, ni de los activistas de las organizaciones no gubernamentales. Si
queréis echar un vistazo a la lista de participantes, podéis hacerlo aquí.
Aquel torrente de ideas prendió como la pólvora. Hubiese
preferido que todo aquello hubiera llegado en pequeñas dosis porque asimilarlo
no fue fácil. No era fácil asomarse al abismo en tan poco tiempo. Volvía a casa
como alma en pena. No podía dejar de darle vueltas en la cabeza a todo lo que
había escuchado.
Palestina se me descubrió desnuda, como una dama que desvela
sus secretos más profundos de la noche a la mañana. Descubrí la poesía de la
resistencia, descubrí su identidad escondida entre décadas de injusticia,
descubrí un drama diario que no cesaba desde hace un siglo. Descubrí mi más
absoluta ignorancia, que me aplastaba cada vez que los escuchaba.
Pronto descubrí que muchas de
aquellas personas vivían con ese peso desde siempre. Sería imposible hacer una
síntesis de las charlas, pero os dejaré estas dos ideas que no quiso dejar
pasar el arabista Pedro Martínez Montávez: la primera, que la causa esencial del conflicto es la desestructuración, es decir, el desmembramiento que por
culpa del colonialismo ha dividido a todo el mundo árabe; y el segundo, que en
esta región hay Estados-nación jóvenes en países viejos.
También se habló del papel
fundamental que juegan el lenguaje y la memoria. El lenguaje como instrumento
para describir la realidad más auténtica; las lenguas como llave para alcanzar
otras identidades. La memoria, por su parte, fundamental como ejercicio de
reflexión constante de las causas que motivan un suceso, contextualización y
reconocimiento de las injusticias que nunca llegaron a juicio de nadie.
Si hoy quería rescatar este
seminario es porque efectivamente el testimonio en primera persona de aquellas
personas me abrió las puertas a lo que vendría después. Recuerdo, por ejemplo,
que me aterraba la idea de que el mundo árabe nunca volviera a revelarse.
Sentía cierta envidia de Maruja y Teresa que habían conocido “la suiza de
Oriente Medio”, como llamaban entonces al Líbano, y me quedaba un nudo en el
estómago cada vez que dejaban caer que eran “otros tiempos”.
Porque, ¿qué pasaba si nunca
volvían a revelarse? Yo me negaba a creerlo. Lo harían y yo debería estar
preparada para cuando llegara ese momento.
Manifestantes en la plaza Tahrir de El Cairo dando las gracias a Facebook. |
Entonces, apenas se habló de las redes sociales. Nadie se
imaginaba todavía el papel que jugarían tan sólo dos años más tarde. Estas
redes han sido sobrevaloradas durante los últimos meses. Muchas veces se
desprendía de los medios de comunicación que facebook había sido el instrumento
que había provocado la caída de Ben Alí y de Mubarak. Sin embargo, fue el
trabajo diario de los activistas del mundo árabe durante los últimos años la
clave para explicar este fenómeno que se ha denominado Primavera Árabe.
Lo que las redes sociales han
aportado al pueblo árabe es un vínculo común donde expresar su indignación.
Todo se iba gestando lentamente detrás de los políticos que no los
representaban. Y así, las redes sociales permitían el diálogo entre la sociedad
civil de Túnez, Egipto, Bahrein donde se compartían opiniones y propuestas
hasta que llegaron a ser los auténticos espacios de libertad de expresión que
los jóvenes no tenían en sus respectivos países.
El ser humano se ha ido
deshumanizando de tal forma que hemos tenido que recurrir a Internet para
recordarnos que somos seres sociales y que no debemos permitir que alguien tome
la palabra por nosotros. Ese es exactamente el valor de las redes sociales, que
contribuyen a la comunicación horizontal. La información ha dejado de ser
unidireccional. La interactividad es el nuevo paradigma que debe transformar a
la sociedad, porque es la mejor forma para enriquecer y enriquecerse.
Manifestantes rezando en el Reloj Nuevo de la ciudad de Homs (Siria) el día 18 de abril | . |
Tener que volver y dejar aquello
ha sido duro. Pero no debería sentirme inútil. Debería dejar de obsesionarme
por no haber acampado en Sol desde el primer día con una pancarta apoyando la
revolución Siria, debería acordarme de lo feliz que me hace entender el árabe
en las noticias. Debería pensar más en el futuro, que lo habrá, porque las
balas no silencian las ideas. Debo seguir estudiando Historia y aprendiendo lenguas. Y
cuando el tiempo sea propicio y triunfe el sentido común de una vez por todas
en Siria, estaré preparada. Entonces podré sentirme un poco menos
indignada.
me gusta pero no del todo .
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